En breve se me acaba el contrato y mi cuerpo ya empieza a notar las consecuencias del estrés y ansiedad.
Mi pulso se acelera, tengo sudor frío, no puedo descansar ni comer bien y mucho menos me concentro como es debido en el trabajo.
Sé que no debería ser tan drástica, pues al fin y al cabo no tengo personas que dependan económicamente de mí. Sin embargo, en mi caso no se trata de dinero, es cuestión de tener una ocupación.
Yo no sé ustedes, pero soy de esas personas que necesitan tener una ocupación, un trabajo, un…. ALGO, una motivación en la vida, que me haga levantarme por las mañanas y volver a casa con cara de haber hecho cosas productivas y no sólo hacer de comer. Y el hecho de verme en casa día tras día esperando una llamada, me desespera.
Cualquiera diría que pasan años sin que esté sin trabajar, ¿verdad? No es el caso, quizás un mes o poco más es lo que he estado parada; no obstante, esas ansias de trabajar, de estar con los compañeros, de tener una rutina y anécdotas que contar, me pueden. Incluso echo de menos quejarme por trabajar tanto. ¡Ay! Qué gusto quejarse.
A veces me tomo los cambios de contrato como unas minivacaciones. Unas vacaciones en las que vives con el teléfono en la mano y con la incertidumbre de dónde será el próximo destino de trabajo. Unas pequeñas escapadas que organizo temiendo que se estropeen por tener que coger contrato. Así es la situación.
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Algunos dirán que suerte tengo de poder “viajar” o de tener el tiempo libre. De antemano respondo que no es suerte estar sin trabajo y que tu única oportunidad de viajar es cuando se te acaba contrato. Las vacaciones se disfrutan más cuando te desentiendes de todo y disfrutas al máximo de la experiencia. No me apetecería nada estar de vacaciones y tener que renunciar a un contrato por estar tumbada en la playa…
Hay un sentimiento que me inunda profundamente cuando pasan los días y no hay rastro de la ansiada llamada y se llama impotencia. Es como una tristeza que aparece de repente, sobre todo cuando estás sola contigo misma, cuando quedas con todos tus amigos y ellos te cuentan las hazañas del día o cuando tu familia te suelta un “¿aún no te han llamado?”.
¿Podemos hacer algo para evitar sentirnos así? A mí me ayuda bastante estar ocupada la mayoría del día, si no es con deporte es con esta página web. Intento echarle tantas horas como puedo, así no le doy vueltas a la cabeza y encima, comparto con los demás mis relatos.
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¿Y tú que haces? Emplea el tiempo en estar con los tuyos, en tus hobbies, en hacer voluntariado, no sé. Hay tantas opciones que seguro encontrarás algo que te apasione y te evada.
Y sí, sabemos que estar en búsqueda activa de empleo puede demandarte mucho tiempo, si nos ponemos tiquismiquis. Pero hablamos de tiempo libre no de obligaciones. Haz aquello que quieras.
Seguramente muchas os sintáis igual de impotentes que yo, por lo que espero que esta lectura os haga entender que no eres la única que se siente así. Te comprendo perfectamente. Bienvenida a esta pequeña red de apoyo.
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He conocido gente que convive con el teléfono veinticuatro horas y no le importa. Es más, prefieren los tipos de contratos cortos, así conocen gente y cómo se funciona en diferentes servicios. Pero esto que quede entre tú y yo, les gusta más los contratos fugaces porque cobran las liquidaciones y la cuenta sube como la espuma.
Sea cual sea tu caso, seguro que a los demás estarán encantados de leerte.